Te lo he dicho muchas veces.
Y si no me lo has escuchado decir, lo vas a hacer.
Mucho.
Mucho.
El valor de las cosas no las marca el precio.
Nunca!
La gente no compramos según el precio que tenga el producto o el servicio que queremos.
Las personas pagamos lo que nos pidan según el valor que ese producto o servicio tenga para nosotros.
Pero según el contexto en el que nos encontremos.
Y de eso va el correo de hoy.
Del valor de las cosas.
En concreto, del valor percibido.
Verás.
Imagínate que te casas y que vas a invitar a tu boda sólo a tu familia más cercana y a tus amigos más queridos.
Eso que se suele llamar “una boda íntima”.
Pues bien, cuando vas a encargar las invitaciones que entregarás, lo que buscas son unas que estén bien.
Que sean elegantes, pero sin pasarse.
Que sean originales, pero sin llamar demasiado la atención.
Y por supuesto, que le gusten a tu pareja.
Bueno, si te has casado, ya sabes a lo que me refiero.
Y esto es así, porque en realidad las invitaciones no son lo importante.
Lo importante es que ese día te acompañen tus seres queridos.
Y por eso, cuando la imprenta de turno te pide 0,10€ por cada tarjeta, aunque te parezca algo caro y prefieras gastarte el dinero en el restaurante, piensas que al final merece la pena porque esto sólo pasa una vez en la vida.
Bueno, a algunos les pasa más veces.
Pero ahora imagínate que la boda no va a ser tan íntima, y que quieres o tienes que invitar a un par de clientes importantes, a algún proveedor con el que quieres mejorar la relación, al jefe de tu pareja, y a un tío rico que tienes en la Conchinchina.
Pues bien.
En este caso las invitaciones cogen una importancia muchísimo más notable, ¿verdad?
Porque tú quieres que la percepción que tengan de ti esos invitados “especiales” sea la mejor posible.
No te puedes permitir el lujo de que piensen que eres descuidado y que no das importancia a los detalles.
Y bajo esta premisa, cuando estás en la imprenta explicando lo que quieres y te sacan una muestra de 1€ por tarjeta, no te parecen tan caras.
Es más, seguro que le preguntas si no tienen algo “mejor”.
¿Ves a lo que me refiero?
Lo que en unas circunstancias 0,10€ te podía parecer un gasto que te gustaría reducir, en otra distinta estás dispuesto a pagar 10 veces más a cambio de poder dar la imagen que quieres.
Aquí el precio pasa a un segundo plano y es casi un detalle insignificante, porque lo que te importa no es lo que te va a costar, sino la percepción que tengan de ti los invitados.
Y como esto te podría poner mil ejemplos.
¿O acaso tú no pagarías 100€ por una botella de agua si estuvieras perdido en el desierto, por mucho que sepas que su valor no llega ni a 1€?
Pues eso.
Así que ya sabes, a partir de ahora, cuando tengas delante un cliente, procura descubrir cuál es su contexto para que así puedas centrarte en el valor que obtendrá y que no tengas que defender el precio.
Disfruta del día!
Rafa Valero
PD – Si te cuesta definir el valor de lo que vendes, siempre puedes contratarme una consultoría y te ayudo con ello, porque es de las cosas más importantes que tienen que quedar claras en tu negocio.