Verás.
En una de las etapas de mayor estrés en mi vida como empresario cometí el error de olvidarme de uno de los principios más importantes que debes tener cuando diriges un negocio.
Y es que tú, y sólo tú, eres el único responsable de todo lo que te pasa.
Pues bien, ese olvido hizo que empezara a decirme a mí mismo, e incluso alguna vez también en voz alta, que estaba rodeado de incompetentes.
Y es que no era normal tanto error y tanta desidia por parte de mis empleados.
En lo único en lo que estaban interesados era en que llegara la hora de salida y en que les aumentara el sueldo.
Y si me quejaba de sus errores o su falta de implicación, en vez de mejorar empeoraba.
Llegó un momento en que estaba tan convencido de que me habían hecho vudú o algo parecido, que si hubiera existido un concurso de contratación de incompetentes yo lo habría ganado con diferencia.
No era normal que tuviese tanta mala suerte al contratar empleados.
Es verdad que me tranquilizaba un poco saber que a otros empresarios con los que compartía mi agobio también les pasaba.
Pero sólo me tranquilizaba.
No me lo solucionaba.
Y al final llegué a la conclusión de que mi única opción era conformarme con lo que me había tocado y confiar en que algún día encontraría empleados menos incompetentes.
Aunque viendo cómo mi competencia crecía como un tiro, estaba claro que los competentes ya los habían contratado ellos.
Pero un día, no sé si porque un ser superior se apiadó de mí, o si es porque los astros se alinearon, me pusieron delante el motivo por el que me estaba pasando esto.
Y lo hicieron en forma de libro.
Mira, yo no recuerdo ya de lo que iba aquel libro, pero lo que leí en una de sus páginas no se me va a olvidar en la vida.
Decía así: “Puede que un empleado sea incompetente, pero mayor incompetente es aquel que lo haya contratado”.
Y continuaba diciendo: “Pero es aún más incompetente si cabe, aquel que aun viendo lo incompetente que es el empleado lo mantiene en la plantilla”.
Zasca!!!!
O sea, que los incompetentes no eran mis empleados, sino yo por haberlos contratado.
Y además obtenía matrícula de honor por mantenerlos en plantilla.
Aquello fue un antes y un después en mi vida como empresario.
Ahora ya no tenía que preocuparme por la incompetencia de mis trabajadores. Ahora tenía que hacerlo por la mía propia.
Mira.
Hay muchas cosas que me han marcado como empresario, pero esta ha sido, sin ninguna duda, la que más profundamente lo ha hecho.
Porque en apenas un par de frases pasé de ser un proyecto de buen empresario, a ser un incompetente.
Y eso ni me lo esperaba, ni tampoco estaba dispuesto a mantenerlo.
Así que cambié radicalmente.
Y a partir de ese día, cuando alguno de mis empleados comete una falta a la eficacia, ya no pienso que no sepa trabajar.
Ahora sólo soy capaz de pensar que en qué me he equivocado para que aquel trabajador no ejecute sus tareas tal cual yo crea que deba hacerlo.
Disfruta del día!
Rafa Valero
PD – Espero que a partir de ahora mires hacia donde toca.
PD2 – Si sigues convencido de que los incompetentes son ellos y quieres intentar solucionarlo antes de asumir el coste del despido, contrátame una consultoría y te ayudo.